Tengo sed o tengo hambre?

Tengo sed o tengo hambre?

Cuantas veces se nos confunde la sed con el hambre....

¿Por qué confundimos la sed con el hambre?


¿Te pasó alguna vez sentir que te comerías todo lo que hay en la heladera y, de pronto, te tomás un vaso de agua y la “hambre” se va? Bueno, eso no es magia. Es que a veces nuestro cuerpo no nos está pidiendo comida, sino líquido. Y sí, hay una razón histórica detrás de todo esto.


Antes, cuando no existía el agua corriente ni podías comprarte una botellita en cada kiosco de la esquina, si te morías de sed, la opción más práctica para hidratarte era comer alimentos ricos en agua como frutas y verduras. ¿Qué pasaba? El cuerpo asoció esa necesidad de líquido con la ingesta de comida. Hoy, que el agua nos sobra (al menos para la mayoría), seguimos arrastrando el mismo mecanismo: sentimos hambre cuando en realidad estamos deshidratados.


El problema es que no siempre nos tiramos a buscar frutitas o una ensaladita cuando nos ataca la ansiedad. ¿Quién no cayó en el clásico “tengo hambre” y se mandó un sándwich, unas galletitas o algo lleno de harina y azúcar? Esto alimenta el círculo vicioso de confundir sed con hambre, porque los alimentos refinados no solo no hidratan, sino que generan picos de azúcar que después te dan más ganas de comer. Por eso, lo primero que podés hacer cuando sentís esa hambre repentina es tomar un buen vaso de agua (o dos) y esperar cinco minutos a ver si la sensación persiste. Y acá viene la típica pregunta: “¿Cuánta agua debo tomar?” Depende de cada persona, pero como guía general, podés arrancar con 2 litros diarios e ir ajustando según tu sed, tu actividad física y tu clima.


Santiago Vimo

Cuantas veces se nos confunde la sed con el hambre....

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